Epígrafe Fronterizo

"El peor analfabeto es el analfabeto político. No oye, no habla, no participa de los acontecimientos políticos. No sabe que el costo de la vida, el precio de los garbanzos, del pan, de la harina, del vestido, de los zapatos y de los remedios dependen de decisiones políticas. El analfabeto político es tan burro que se enorgullece y se ensancha el pecho diciendo que odia la política. No sabe que de su ignorancia política nace la prostituta, el niño abandonado y el peor de todos los bandidos que es el político corrupto, mequetrefe y lacayo de las empresas nacionales y multinacionales"

Bertold Brecht

jueves, 21 de noviembre de 2013

La Ilusión de un Chile para Todos


Fotografía Blog Haciendo Palanca.

La frase “Chile no te pertenece” es una perogrullada. De tanto emitirla, ha perdido el peso emotivo de su sentido original, aquel que aludió al hecho de que el país acabó convirtiéndose, en los últimos cuarenta años, en el paraíso y en el feudo de unos pocos multimillonarios. La frase se sigue reiterando como estribillo de campaña política, pero su leit motiv aparentemente parece haber perdido su sustancia. Su contenido hace tiempo dejó de connotar -para muchos- una vida social que apenas nos pertenece. Algo así como narcolepsia política. Su impacto es similar al de un chiste mil veces escuchado, pero que, tras la repetición, su efecto hilarante deviene en otra cosa: en el desinterés o en la pérdida de su valor emotivo inicial.

No es que la frase carezca de fundamento. Sí que lo tiene y con una vigencia central. Chile es un país que se encuentra en desatada carrera electoral y con unos niveles de abstención descomunales, en los últimos tres eventos eleccionarios. Esto último no es trivial. El desenlace de toda elección es definida sólo por los que concurren a las urnas y no por aquellas y aquellos que se quedan ese día –debido a las razones que sean- en sus propias casas. Y no sólo eso. El que creyó, por desencanto, decepción o desinterés en el sistema político, que su abstención no influiría en la vida que vendrá, se equivoca y seguirá equivocándose, al igual que los que pensaban que la tierra era plana o que el planeta azul era el centro del universo. Abstenerse es dejar a la deriva o al azar, la esperanza o la tragedia de la vida de millones de seres humanos.

Chile es un país con el sueño pesado. Muchos de sus habitantes han desarrollado la formidable capacidad de poder dormir profundamente cada noche, con una tranquilidad digna de un instructor de yoga, a pesar de que millones de chilenas y chilenos viven en precariedad o miseria socioeconómica. Para muchos sólo les resta la indigna esperanza de obtener mejores niveles de consumo, en un contexto de esclavitud. Ahora, en el ballotage, las alternativas oscilarán entre una señora furibunda que desea profundizar la dominación neoliberal de los dueños del país y otra, con look maternal y afición al silencio, que hará el ademán de hacerle cosquillas al poder económico, pero que probablemente dejará intactas –nuevamente- las estructuras de dominación y explotación.

En el camino quedaron Meo, Claude, la Roxana y Sfeir, cada uno desdeñado respectivamente por burgués, arrogante, pobre y hippie. Sin ellos se irán al despeñadero, al menos por cuatro años, la nacionalización del cobre y de los recursos naturales, la reforma tributaria y un impuesto decente a las monstruosas rentas de las grandes empresas. Atrás quedarán los cambios al sistema político; es decir, la asamblea constituyente y una nueva constitución; también el fin del sistema binominal, de los quorum supramayoritarios, del poder fáctico del Tribunal Constitucional y del poder de veto de una derecha heredera de la dictadura. Tras bambalinas hibernarán el carácter público y solidario de la educación, la salud y la previsión social, así como el cambio en las leyes laborales, la horizontalidad en la relación con los pueblos originarios y una nueva política energética y medioambiental.

Todas estas transformaciones estructurales son vitales, aunque no es común que sean relacionadas con una existencia digna, ya sea individual y colectiva. Es frecuente que la mirada se distraiga en las contiendas que protagoniza casi toda la clase política institucional, perdiendo el foco en los verdaderos cerrojos de todas las grandes transformaciones: los grupos económicos. La fuerza de la re-politización se parece a la noción de que usted tiene cierto control sobre la casa en que habita. Pero, el éxito del poder económico-político es hacer que no lo tenga, pero que crea que sí lo tiene. La idea es que usted crea que la gotera que apareció en la casa que le entregaron para vivir, o la humedad y el frío que se filtra por sus paredes, no es debido a una estructura mal construida, sino que el problema es suyo: usted es el que se pone debajo de la gotera, usted no enciende la estufa o usted no se abriga bien.

Los grupos económicos saben perfectamente que Chile les pertenece sólo a ellos y, haciéndonos creer que de nosotros también, han sabido transformar la experiencia de subordinación y esclavitud en una placentera trayectoria de consumo y de infierno crediticio. Ellos son la constructora que edifica su casa, le concede el crédito, redacta el contrato, le organiza su deuda, le cobra el préstamo, intereses y comisiones. Hasta diseña las normas de edificación y decide si permanece ahí, en caso de que tenga dificultades para pagar. La historia habla por sí sola. Si usted se pone firme con su reclamo, le envían la fuerza pública y, en casos desesperados, a los militares. Le dicen que ante cualquier dificultad, el problema es suyo. Como nos convencieron de que nuestros destinos dependen sólo de nosotros mismos, cualquier alusión causal al modelo de desarrollo que nos oprime, rompe de inmediato la narcótica creencia en que está fundada nuestra cultura de despolitización.

Usted puede insistir en que, a pesar de todo, Chile le pertenece. Sin embargo, piense en una cosa. La constructora que usted eligió y que hizo su casa, persistirá en que los problemas estructurales que padece no son tales y, si le cree, buscará -orgulloso de su creatividad y emprendimiento personal- alguna solución adaptativa. El asunto es que así el problema ya no será de la casa, sino que sólo de usted. Y, mientras siga forrando con lo que sea las paredes y tapando goteras, verá como esas molestas gotas y esa humedad que corroe las estructuras de lo que usted señala como su hogar, se convertirán finalmente en el torrente calvario de su tozuda subordinación.

* Publicado en revista Bufé Magazin de Cultura y en El Quinto Poder

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