Epígrafe Fronterizo

"El peor analfabeto es el analfabeto político. No oye, no habla, no participa de los acontecimientos políticos. No sabe que el costo de la vida, el precio de los garbanzos, del pan, de la harina, del vestido, de los zapatos y de los remedios dependen de decisiones políticas. El analfabeto político es tan burro que se enorgullece y se ensancha el pecho diciendo que odia la política. No sabe que de su ignorancia política nace la prostituta, el niño abandonado y el peor de todos los bandidos que es el político corrupto, mequetrefe y lacayo de las empresas nacionales y multinacionales"

Bertold Brecht

martes, 30 de noviembre de 2010

La Crisis Política en Honduras: Del Espejismo a la Realidad Descarnada


La tarde del 26 de Octubre de 2010, el Instituto de Estudios Latinoamericanos de la Universidad Libre de Berlin fue protagonista de la visita de los jueces hondureños destituidos, Tirsa Flores Lanza y Guillermo López Lone. Hasta ese momento, la mayoría de los estudiantes del área de ciencias políticas allí reunidos, desconocíamos a estos dos abogados que habían puestos sus pies en la capital alemana. En una inquietante reunión, ambos juristas expusieron acerca de los atropellos a los derechos humanos que actualmente se cometen en ese país centroamericano, tras el golpe de estado perpetrado el 28 de Junio de 2009, contra el Presidente Manuel Zelaya. La atmósfera se vio enrarecida por la insólita y no anunciada presencia de un joven representante de la Embajada de Honduras en Berlin, que se instaló silenciosamente entre los estudiantes.

Que la historia se desarrolle con un carácter cíclico quizás para muchos no constituya ninguna novedad. Y tampoco que -en Latinoamérica- los procesos de construcción democrática hayan sido interrumpidos innumerables veces por la sedición castrense, al amparo de los intereses de la derecha política y económica. Desde el golpe militar de 1956, Honduras ha visto desmoronarse los persistentes esfuerzos progresistas y democráticos que han emergido en ese país. Luego de algunos fallidos intentos golpistas, en octubre de 1963 los militares volvieron a asestar una cruenta estocada al corazón del complejo sistema democrático hondureño. Esta vez las consignas uniformadas emanaban un marcado hálito anticomunista, dejando a su paso un impactante curriculum de casi tres mil personas asesinadas. Esta antesala histórica, que Flores Lanza y López Lone nos mostraban a quemarropa, antecedía al testimonio referido al golpe militar del 2009.

En los años 90 aparece el primer partido de izquierda en Honduras, emergiendo además diversos movimientos contestatarios organizados; estos procesos políticos abrirían en este país una importante fisura en su imagen histórica de retaguardia contrarrevolucionaria, de corte oligárquico y proestadounidense. En el año 2006, triunfa en las elecciones Manuel Zelaya Rosales, del Partido Liberal hondureño. Y para sorpresa de muchos, lo que parecía ser un proyecto de continuidad comenzó a experimentar un inédito viraje hacia la izquierda. El abaratamiento en la importación de combustibles en desmedro de las transnacionales, el aumento del salario mínimo en un 60%, la incorporación de Honduras al ALBA (Alianza Bolivariana para los Pueblos de Nuestra América) y al Programa Petrocaribe, además del planteamiento de reformar la Constitución, entre otras medidas, provocarían un fuerte escozor dérmico en la reactiva oligarquía hondureña, en los intereses económicos internacionales y en el gigante del norte.

El efecto testimonial del relato fue como si nos expusieran ante un clarificador cable de Wikileaks. Es decir, nos hizo comprender que con la asunción de Porfirio Lobo Sosa, en la eleción postgolpista del 29 de Noviembre de 2009, Honduras no había regresado a sus cauces democráticos, ni había restablecido a plenitud el estado de derecho. Entiéndase por esto último la protección de los derechos fundamentales, la independencia de los tres poderes del Estado, el imperio de la Ley y el control de los actos gubernamentales por parte de instituciones legitimadas para ello. En este contexto, se presume el asesinato político de 120 personas y, desde enero de 2010, se reportan ocho periodistas opositores ultimados. Asimismo, jueces (entre ellos Tirsa Flores y Guillermo López) fueron removidos de sus cargos -sin un debido proceso- por oponerse a un golpe militar que consideran inconstitucional y por haber interpuesto un recurso de protección a favor del presidente democrático derrocado.

Dos días después del golpe militar, el Congreso Nacional se reúne y elige a Roberto Michelletti como nuevo Presidente, con la venia de la Corte Suprema de Justicia, de las autoridades de la Iglesia y del Fiscal General. Se sabe que en esa sesión, no fueron convocados los parlamentarios afines a Manuel Zelaya. Por otra parte, los juristas señalaban que la elección posterior de Porfirio Lobo se había realizado sin ningún control de observadores internacionales, ni con la debida vigilancia interna. Esta situación pone en tela de juicio la legitimidad de un nuevo gobierno que todo el mundo dio por sentada. Una legitimidad que ha sido respaldada por Estados Unidos y por la Unión Europea y ante la cual la izquierda chilena ha mantenido un silencioso, pero ya conocido recato.

Afortunadamente, las fuerzas democráticas y progresistas de Honduras han presentado una creciente organización política y social, desde el primer momento en que su institucionalidad fue socavada. La persistencia de la Asociación de Jueces por la Democracia y de distintas organizaciones políticas, sociales y culturales, muchas de ellas reunidas en lo que hoy se denomina Frente Nacional de Resistencia Popular, se erige como un ejemplo incluso para muchos países latinoamericanos que se muestran autocomplacientes con sus propias condiciones antidemocráticas. Llama la atención el notable nivel de organización que han desarrollado las mujeres hondureñas, siendo un sector profundamente golpeado hasta el día de hoy. A pesar de la represión, de los insultos, de las violaciones y de la agresión física por parte de servicios policiales y de seguridad, las mujeres hondureñas –provenientes de diferentes espacios y contextos- se han organizado en un frente amplio, agrupando diversos sectores, como es el caso de Feministas en Resistencia.

En la actualidad, la Corte Penal Internacional ha decidido investigar la posible comisión de crímenes de lesa humanidad en Honduras. Asimismo, en otros ámbitos se ha empezado a analizar la responsabilidad de EEUU y de la UE en el origen y desarrollo de la crisis política hondureña, especialmente el rol directo o indirecto de la fundación alemana Friedrich Neumann Stiftung en el cauce de este proceso.  La pregunta es si las fuerzas progresistas latinoamericanas (y en lo que a mí concierne, la izquierda chilena) dirigirán su mirada con intensidad suficiente –y a la altura de su papel histórico- hacia la situación política hondureña. Me refiero a salir de su autorreferencia y comprender que los propios procesos de evolución política se encadenan con contextos mayores, como lo son Latinoamérica y, finalmente, el escenario global.

La pregunta es relevante si se piensa que el restablecimiento democrático en Honduras, luego del reporte de Tirsa Flores Lanza y de Guillermo López Lone, pareciera ser un espejismo instalado. Y los espejismos políticos finalmente terminan agotando la paciencia del contrapoder social. A los que presenciamos el testimonio de ambos juristas aquella fría tarde berlinesa, nos queda la interrogante acerca del futuro de Honduras y de la capacidad de respuesta de la izquierda latinoamericana. Interrogante que también debiera plantearse privadamente el joven funcionario de la Embajada de Honduras, quien fue enviado desde Tegucigalpa -como informante- para acusar un testimonio que, finalmente, devela nuestra propia ignorancia e irreverencia política.